miércoles, 5 de enero de 2011

¡Ya era hora!

Por fin una mirada tan personal como despegada, tan limpia como ensuciada de sentimientos.
He aquí la película de las películas del pasado reciente de nuestro país. Por supuesto, molestará. Igual que molestan Amenábar y Almodóvar. Es el precio que hay que pagar por crear y por tocar ciertos temas.
Sin embargo, aún metiéndose de lleno en algunos de los concretos hechos históricos de España consigue (y este es un logro de mucho merito) mantener objetividad, huir del 'bandismo'. Para De la Iglesia las 'dos Españas' se hacen una en unos enormes y desgarrados primeros planos finales (gran casting). Un país joven, ingenuo y psicológicamente desequilibrado que mientras vive una adolescencia sin rumbo, deja pasar vidas, llegadas a la madurez, sin ningún atisbo ya de él. Antes, mientras asistimos a un repaso iconográfico (quizá algo desordenado y frenético pero arrolladoramente entretenido) nos metemos en las vidas de dos personas marcadas a fuego por el odio que sus ojos vieron en la infancia y que sus mentes no entendieron. Mentes embarulladas, perdidas y pasto de infelicidad, destinadas a no realizarse. Payasos. Caricaturas de lo que podrían ser. Educadas por Padres desesperados y confundidos.
En definitiva. Una película que nos enseña lo difícil que es amar después de tanto odio. De la que estoy seguro que mucha gente se reconocerá (algunos lo negarán) en la debilidad de esos payasos seguramente porque el primer implicado es el director.
Cine comercial al nivel del mejor Tarantino pero más inteligente que casi todas sus películas juntas. Un gran 'pico' en la filmografía española.

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